El otro modelo posible para nuestro país, consiste en industrializar (aún los recursos primarios) generar un fuerte mercado interno, y vender al exterior productos que contengan mas trabajo argentino. Mercado interno que a su vez se sustenta y se retroalimenta en el desarrollo y amplitud de las paritarias, en la organización gremial de los trabajadores (aún con sus carencias y limitaciones), en la puja por las mejores condiciones de labor, en la capacitación y en la productividad. En la que se debe combinar aumento de inversión de capital con más puestos de trabajo, como sucedió en el país, mal o bien, tras la crisis final del plan de convertibilidad, defendiendo la inclusión social principalmente con la generación de trabajo y salarios.
El resultado electoral nos muestra, aunque parezca mentira, que no se entiende la imprescindible necesidad que el modelo rentístico, el de la primarización de la economía y el de industrialización principalmente por devaluación del tipo de cambio, se subordine al modelo productivo, y no al revés. Que el campo y las industrias más concentradas debe producir alimentos y bienes baratos con nuevas técnicas, que primero sirvan de sustento a los salarios y al poder adquisitivo de la población, segundo que apuntalen el nivel de actividad interna, y el resto, que puedan convertirse en flujo de divisas pero para financiar la industrialización y la generación de puestos de trabajo, no la fuga de capitales.
La idea debe ser, vendemos soja hoy, pero se debe poder comercializar en esos mismos mercados productos con mayor valor agregado, agro industriales e industriales puros.
La retracción en los planes de inversión y la fuga de capitales fueron el mecanismo adoptado por los grupos económicos más concentrados, seguido, en mayor o menor medida, por el resto del empresariado, con lo cual el gobierno se encuentra que debe acordar con ellos planes de inversión, y solo estos están dispuesto a hacerlo si imponen sus condiciones que no son otras que abaratar la mano de obra y los activos del país vía la devaluación de nuestra moneda, garantizándoles menores costos en moneda dura.
La situación no es fácil, el gobierno debería intervenir para: a) Acordar reglas entre trabajadores y empresarios que debería formalizarse con el llamando al Consejo Económico y Social donde se acuerden incentivos públicos, niveles de inversión, salarios a mediando plazo y condiciones de trabajo (incluida la suspensión de los despidos); b) Poner fin a que por encima de las retenciones, los grandes acopiadores y comercializadores fijan precios menores para los productores, para que el valor de la soja, del maíz, del trigo, etc. sea el mismo en Chicago (EEUU) que en Rosario o Bahía Blanca.
La Administración Nacional no ha dudado en llevar una política de expansión de la obra pública, de transferencias a las provincias y de pago de las jubilaciones y pensiones, como que ha puesto amplios recursos en el Programa REPRO para pagar parte del salario de casi 92.000 trabajadores a junio de 2009. Incluso de subsidiar directamente o desgravar impositivamente para apuntalar la producción. Bien, que hicieron los empresarios: En lugar de garantizar la preservación de las fuentes de trabajo, y no ajustar, observamos como grandes empresas distribuyen generosos dividendos entre sus accionistas, mientras que proponen retiro voluntario y/o disminuciones de salarios.
En ese marco, tenemos tras las elecciones dos jóvenes empresarios exitosos, como Mauricio Macri y Francisco De Narváez, y un productor sojero, Carlos Reuteman, en condiciones de asumir las máximas responsabilidades políticas del país
La pregunta es, ¿Ante esa realidad que se hace?.
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