UN LECTOR ESCRIBIÓ UNA CARTA A ERNESTO TENEBAUM:
(N. de la R.: Un lector mandó una carta enojadísimo por la columna de la semana pasada –“La estupidez al poder”–, en la que Tenembaum se refería al levantamiento del ciclo de Nelson Castro. Como incluía algunos párrafos insultantes, se la enviamos a Ernesto para que decidiera si la iba a contestar. Sorpresivamente –así es la gente de esta revista–, pidió que levantáramos su columna para publicar la carta y su respuesta. Ajústense los cinturones.)
Sr. Ernesto Tenembaum: Termino de leer la nota de opinión escrita por usted bajo el titulo: “La estupidez al poder”, y son varias las preguntas que me quedan. Es por eso que le escribo, tal vez usted pueda iluminarme. En su columna usted escribe: “Un grupo empresario oficialista decidió despedir a Nelson Castro de Radio Del Plata...”. Y esto me dispara algunas preguntas: ¿no fue un grupo empresario, crítico del gobierno, quien no renovó contrato a Dady Brieva en Radio Mitre, y en su lugar contrató al Sr. Gelblung? ¿No escuché ni leí a nadie pedir por la libertad de expresión del actor Dady Brieva? ¿Será porque es actor? ¿Será porque decidir un cambio de programación es una decisión empresaria justa? ¿Será porque está mal decirse oficialista? Más adelante en su crítica usted escribe: “Kirchner no debe tolerar programas periodísticos críticos –como lo eran Hora Clave y Día D– ni programas humorísticos que se burlen de él o de su esposa o de su hija...”.
Otras preguntas me acosan: ¿Menem y Kirchner son lo mismo? ¿Llevan adelante la misma política? ¿Los noticieros de los canales de aire no son políticos? ¿Solamente el ex presidente se irrita porque es hipersensible o por vanidad de que siempre hablen bien de él? ¿No lo molestará el hecho de las tergiversaciones que hacen los medios con el fin de instalar una agenda de noticias propias, ocultando otras tantas cosas, que ¡oh, casualidad! pueden interferir con intereses o se oponen con la ideología de esos medios libres (sic)? Son muchas las preguntas, señor. ¿Por qué aceptó volver a escribir en el diario Página 12, durante el llamado conflicto gobierno-campo (los dos en el mismo plano), aceptando el mandato del grupo para el cual usted trabaja, de colocar una crítica en un diario que pertenece al grupo, pero que es díscolo? ¿Sólo lo hizo por convicción ideológica? ¿Qué va a escribir si este año se vota una nueva ley de radiodifusión, que perjudicaría al medio para el cual usted trabaja y del cual se ha transformado en vocero? Disculpe la desprolijidad de este texto pero las preguntas son muchas y siguen. ¿Por qué no se puede responderle a la prensa y rebatir lo que en esta se dice? ¿Por qué emparienta en su texto a Kirchner con la estupidez? ¿Por qué no nombra a la Sra. Presidenta, dejándole ese lugar al Sr. Kirchner? ¿Por qué se ha sumado a esa campaña de “el gobierno está en manos de Néstor y Cristina es un títere”? ¿Por qué no se puede aceptar que La Sra. Presidenta y el ex presidente son parte de un mismo plan de gobierno? Muchas preguntas, Sr. Tenembaum. Por favor ayude a despejar estas dudas. Usted escribe: “Con matices, desde 1983, en la democracia argentina habido márgenes (sic) de libertad de expresión muy razonables (sic) para cualquier país”. Disculpe pero tenía entendido que la libertad de expresión es un derecho humano, por lo tanto es natural a nosotros. Usted está dando a entender que es razonable que haya algunas censuras, algunas cosas que se callan. Lamentablemente la gran mayoría de la personas de este país no tenemos acceso a un medio de comunicación. Qué casualidad, uno de los conglomerados mediáticos más grandes de este país es el que le paga su sueldo. Disculpe nuevamente la desprolijidad de esta carta, el desorden, pero las preguntas se me acumulan y no puedo encontrar respuestas. En fin, qué vachaché Mordisquito, sólo algunos hablan, y multiplican esas voces mostrándolas como distintas. Mecachendié. No somos nada. Pero algunos continuamos pensando igual y soñando con un país justo, de iguales. P.D.: Mire usted, tal vez estemos de acuerdo con el problema del Indec. Sin embargo estoy seguro de que en un escalafón de cosas importantes, en este momento lo pondríamos en escalafones diferentes. Diego Martín Richiusa La Plata
ERNESTO TENEMBAUM RESPONDIÓ:
Señor Richiusa: Voy a tratar, como usted dice, de iluminarlo. No pretendo convencerlo de nada. Lo noto muy enojado y, sobre todo, muy alineado, no con la idea de un país más justo sino, apenas, con este gobierno. Pero supongo que otras personas más sensatas podrán sacar algo en claro de esta discusión. Empecemos por la parte más ofensiva de su carta, la que me trata de vocero del medio para el cual trabajo o de aceptar “el mandato” del grupo para el cual trabajo. En junio del año pasado, el ex presidente Néstor Kirchner dio una conferencia de prensa muy agresiva, ya sobre el final del conflicto con el sector agropecuario, donde planteó exactamente lo mismo. A cada periodista que le preguntaba algo, él les decía: “Ah, sos de La Nación”; “Ah, sos del grupo Prisa”; “Ah, sos de la voz del rioba”, guiñaba el ojo a su claque –Parrilli se mataba de la risa– y agregaba: “Yo sé para qué te mandan”.
Me corrijo: no trató a todos los periodistas así. Cuando preguntó Fabián Doman, del grupo Hadad, hizo una distinción: “Sí, Fabián, ¿qué es lo que querías preguntar?”. A mí, sinceramente –seamos coloquiales–, me dio ganas de vomitar. La generalización era tan burda e involucraba a personas dignísimas que habían mantenido una postura incorruptible durante toda la década del noventa. O sea: ni Magdalena Ruiz Guiñazú, ni Nelson Castro, ni Jorge Lanata, ni Martín Caparrós –por nombrar a algunos– participaron de la entrega del petróleo, o hicieron campaña por el hombre que había indultado a los asesinos de sus compañeros, ni se hicieron ricos con la 1050, ni se fotografiaron con militares en la guerra de Malvinas.
Pero el hombre que había hecho todo eso los acusaba –nos acusaba– de haberse vendido a sus patrones. Es una acusación que, veladamente, el kirchnerismo ya había lanzado varias veces, pero que tuvo además su clímax cuando la Presidenta acusó de cuasimafioso a Hermenegildo Sábat por una caricatura publicada en el diario Clarín. Luego, distintos intelectuales K, y militantes, y funcionarios rentados, se dedicaron a multiplicarla en miles de panfletos, y sitios de Internet. Quizá sea una obviedad repetirlo, pero todos los periodistas trabajamos en medios que manejan otros y eso no nos hace cómplices de nada ni tampoco merecemos atribuirnos los méritos de esos medios. En todo caso, hacemos nuestras carreras como podemos y cada cual tiene derecho a adherir o putear. Nosotros somos los que decidimos asomar nuestra cabeza. Y bancársela.
Naturalmente, desde el Gobierno prefieren, en lugar de discutir las críticas, impugnarlas: ah, a vos te manda el grupo Prisa, o el grupo Clarín, o el diario La Nación. Ya sé para qué viniste. Cualquier persona que salga del microclima K percibirá que muchos referentes tienen posiciones críticas –o muy críticas– respecto del Gobierno. Podrán ser correctas, incorrectas o lo que fuere. Pero tienen derecho a ser escuchados sin que se los acuse de inmorales o vendidos. Norma Aleandro, por ejemplo, acaba de sostener en Perfil que “el Gobierno nos quiere tapar la boca” y convocó a reaccionar a todos los que creen en la democracia. Aleandro estuvo exiliada, fue censurada, perseguida, fue la protagonista de la película más popular de denuncia de los crímenes de la dictadura, filmada casi en la clandestinidad, en la época en que los militares aún eran poderosos.
A ver, a ver: ¿quién la compró? ¿O es que quizá tenga derecho a pensar distinto que usted y, pese a eso –o justamente por eso– es tan respetable como usted? ¿Y quién compró al obispo Piña, y a Pino Solanas, y a Miguel Bonasso, y a Alcira Argumedo, y a Claudio Lozano, y a Víctor De Gennaro, y a Martín Caparrós, y a Adolfo Pérez Esquivel, y a Margarita Stolbizer, y a Humberto Tumini? ¿Y qué tiene para decir de Quino, Castelo, Magdalena, Guinzburg, Tato Bores, Daniel Santoro, entre tantos que trabajaron o trabajan para el mismo medio que yo? Seamos respetuosos. No confundamos las posiciones políticas con las posiciones morales. El stalinismo ya pasó. Y fue una mierda. En serio: fue una mierda. Se puede pensar distinto. No sé qué les pasa a algunos fanáticos K, para los cuales cualquiera que piensa distinto queda moralmente devaluado, hay que encontrarle alguna razón espuria bajo la alfombra.
En mi caso personal, lo único que le voy a contar es que mis posiciones no han variado una coma desde el año 2003, cuando trabajaba en otros lugares. Y esto no es una virtud o un defecto. Es lo que es. A tal punto es así que le voy a contar una anécdota. Cuando Kirchner asumió en el año 2003, existía un canal de televisión donde se podía hacer periodismo en serio: América. Un año y medio antes de los K había desembarcado allí José Luis Manzano.
A fines del 2003, Kirchner y Manzano (sí, el de Robo para la Corona) formalizaron un acuerdo por el cual uno aportaba una torta de publicidad y el otro limpiaba la pantalla. Las primeras víctimas fuimos Día D y Periodistas, luego siguieron PuntoDoc y Televisión Registrada y ya nada volvió a ser lo que era. Algunos periodistas nunca le caímos bien a Kirchner, trabajemos donde trabajemos, lo que no está mal ni está bien. Es lo que es. Yendo a otros aspectos de sus planteos, estoy de acuerdo con que los contratos empiezan y terminan, y que muchos otros casos de censura no son denunciados. Pese a eso, cada tanto, algún episodio genera una amplia reacción social. En general, esas reacciones no logran volver las cosas al punto de partida pero obligan al poder –al que sea, al de las empresas mediáticas, al del Gobierno– a pensar dos veces antes de volver a censurar a un colega. Es muy fácil darse cuenta cuándo se rescinde un contrato por cuestiones de programación y cuándo por cuestiones de censura.
Usted recordará que cuando fueron levantados Sin anestesia, Cable a tierra, Tiempo Nuevo, Día D, Mirtha Legrand, Televisión Registrada, Liliana López Foresi, un sector importante del gremio denunció el atropello. Supongo que el nivel del revuelo tiene que ver con la jerarquía –y con la actitud– de la persona perjudicada. Algunos consideran que deben patalear, otros que deben seguir laburando y creando espacios. Pero no es la primera vez que un hecho así genera alarma. Lo que ocurre es que cuando el menemismo cerraba espacios, algunos colegas que hoy justifican el despido de Castro entendían que se trataba de un hecho de censura. Lo sé porque lo viví personalmente cuando fue lo de Día D. Ahora no. Ahora parece que está bien censurar o que, como lo hacen otros, no es tan grave, o que no importa que un gobierno vaya adueñándose de medios a través de terceras personas.
Creo que es legítima la preocupación y no especialmente por el tema personal de Nelson Castro sino porque la historia de la relación de los Kirchner con los medios habilita a pensar que existe un proyecto que no consiste en democratizar el acceso a la información sino en controlarla lo más posible. Insisto con la idea de la nota anterior: todos los otros gobiernos democráticos debieron tolerar uno o más programas humorísticos ácidos, uno o más programas periodísticos críticos en la televisión de aire. Este no. En las radios de alcance significativo sólo quedan dos sin injerencia oficial. El sistema de medios que Kirchner construyó en Santa Cruz está apoyado en un grupo conducido por su ex chofer, que publica y difunde el diario de Yrigoyen, adula a sus jefes e intenta destruir la honra de sus adversarios.
ay razones para estar preocupados, más allá de la simpatía o antipatía que genere este gobierno. Hay personas que sostienen que silenciar a los medios críticos es parte de la lucha para transformar a la Argentina. Los hechos demuestran que no es así. Kirchner ha ganado tres elecciones, reformado la Corte Suprema, estatizado el Correo, las AFJP, Aerolíneas y la empresa de Aguas, negociado con éxito la deuda externa privada, aumentado las retenciones al 35 por ciento, es decir, ha afectado intereses muy concentrados y todo con este sistema de medios. Es falso que la libertad de expresión atente contra el cambio en un país. Pero es una falsedad muy funcional a los aspectos más intolerantes del kirchnerismo.
Nada de esto quiere decir que se trate de una situación dramática, ni terminal, ni que no existe libertad de prensa en el país. Sería un disparate sostener eso. Simplemente, que hay señales de alarma. Y mejor no dejarlas pasar. Se que me he desviado. Trataré de ser sintético para responder la mayor parte de sus preguntas. En muchos aspectos, Kirchner es distinto a Menem. En otros es parecido, demasiado parecido, diría yo casi un calco. No sé qué es la ley de radiodifusión. He leído una declaración de 22 puntos. Con la mayoría de ellos estoy de acuerdo. Seguramente no va a leer una sola línea mía en contra de esa ley.
Pero estoy convencido de que la democracia informativa se logra con trabajo, no con una ley. He visto de cerca el nacimiento de Página 12, de Día D, de Crítica, de Veintitrés, conozco las peripecias de Barcelona, sigo de cerca al diario Perfil y a la revista Noticias, todos medios democráticos que han crecido con esta ley de radiodifusión. El Gobierno, con laburo, dedicación y confianza en profesionales honestos e independientes, podría haber hecho crecer a Canal 7 y a Radio Nacional. Son instrumentos muy poderosos, desde donde se puede difundir, de manera inteligente, el punto de vista propio. No lo ha hecho. Con este criterio, no lo logrará tampoco con una ley de radiodifusión. ¿Qué más? Ah, sería un estúpido si pensara que la Presidenta es un títere de su marido. Sí creo que estas estrategias las define el ex presidente.
Y, además, me parece legítimo que la prensa debata cómo se divide el poder entre ellos. Porque, además, gran parte de los problemas de la gestión de Cristina, creo, se debe a la conflictiva situación en la que su marido tiene un enorme poder pero no es el primer mandatario. No creo que haya una campaña en ese aspecto. No estoy seguro de que Página 12 pertenezca al grupo Clarín. Leo ese diario. Crecí allí. Y me gusta. Me invitaron a escribir. Para mí fue un honor. Lo hice. Dejé de hacerlo porque empecé a trabajar en un blog, algo que me insume el tiempo que me quedaba libre. Pero volveré a escribir en Página –si me aceptan– apenas pueda.
Por otra parte, el ex presidente puede enojarse por lo que publican los diarios. También Moria Casán, José Luis Chilavert o Benedicto XVI. Todos tenemos vanidad. Pero transformar esa vanidad en una política de Estado, no sé, me parece que no está del todo bien. Finalmente, no ofenda a Mordisquito. Es patético. Un lugar común. Una parodia vulgar. Respetemos a la gente talentosa. Muchas personas tienen derecho a creer en un país digno, de iguales. Y no por eso toleran o justifican atropellos o hechos graves de corrupción o connivencias con sectores mafiosos. No sé si soy claro. Gracias por su atención. Ernesto Tenembaum
Fuente: http://www.elargentino.com/nota-28307-Uno-que-se-enojo.html
miércoles, 17 de junio de 2009
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